martes, 15 de enero de 2013

La ciudad que me vio nacer

Iglesia de La Antigua, en Valladolid.
En el primer post prometí que contaría mis andaduras por Valencia. Pero al final, este blog ha dado un giro hacia algo que me gusta más, hablar sobre todos los aspectos que me inquietan, me indignan, me alegran o simplemente son dignos de mención.

También influye que mi vida es muy aburrida y no tengo grandes cosas que serviros. En estos tres meses me he ido aclimatando a la ciudad. Lo de aclimatarse es una forma de hablar porque cambiar el frío tiempo de  Valladolid por el caluroso y pegajoso de Valencia es fácil. Y más en invierno. Cuando llegue el verano, otro gallo cantará.

Pero aunque parezca mentira, echo de menos el frío. Soy una chicarrona del norte, debe de ser eso. Pero anhelo levantarme y que no se vea nada a través de la ventana debido a la densa niebla. Salir a la calle y que salga vaho de la boca. Y ponerme capas y capas de mis ropas más abrigadas y que no sirva de nada porque el frío te cala en los huesos.

Todo eso echo de menos. Y no es que esté mal por aquí, que el día que más frío hace tengo que ponerme un fular y una cazadora encima de una chaqueta. Pero soy de las que piensa que cada cosa a su tiempo. Y ahora lo que toca es pasar frío.



Los días de Navidad los pasé en mi Pucela querida, rodeada de amigos, familia, más amigos y más familia. Y frío, mucho frío. Y me he dado cuenta de que una ciudad no es bonita por sus monumentos y calles, sino por las personas que te acompañan en cada momento. Parece de perogrullo pero nunca lo había visto de ese modo. Quizás es que el frío de Valladolid no me dejaba pensar, porque ya se sabe que con los pies fríos uno no piensa bien.

Valencia me parece una ciudad muy acogedora, grande sin llegar al exceso, con un basto patrimonio cultural digno de admirar y unos parques y un casco antiguo excepcionales. El clima, la playa y el ambiente son inmejorables. Pero yo me quedo con Valladolid. A pesar de nuestra catedral a medio terminar, nuestra gente "arisca" (no tan distinta de los valencianos, por otra parte), y nuestro frío intenso (o quizás por eso) me declaro enamorada de la ciudad que me vio nacer. Ahora me doy cuenta de que las personas que se han cruzado en mi vida tienen algo que ver con este flechazo. Toca que las que se crucen de aquí en adelante me dividan el corazón.

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